Declarada de Utilidad Pública

El interior de Gran Canaria tiene mucho que decir en la necesaria reconversión del modelo turístico de sol y playa

La profesora ofrece una conferencia el día 11 de julio en el Campus de Etnografía y Folklore del Festival Internacional de Ingenio en la que podrá en valor los elementos etnográficos de La Atalaya como recurso turístico

La profesora María del Pino Rodríguez Socorro es miembro del Grupo de Investigación TIDES- Ordenación del Territorio y Turismo Responsable de la ULPGC. La especialista en desarrollo local y en el área turística ha centrado su labor investigadora en la recuperación del patrimonio natural y cultural como recurso turístico. En la conferencia titulada ‘La Atalaya de Santa Brígida como recurso etnográfico y turístico de la comarca del Monte Lentiscal’, que pronunciará el día 11 de julio, a las 21.00 horas, en el marco del campus que se celebra en el Centro Cultural Federico García Lorca de Ingenio con motivo de la XXIII edición del Festival Internacional de Folklore, se referirá a la puesta en valor del legado patrimonial de Gran Canaria como recurso y complemento cultural alternativo a la tradicional oferta de sol y playa que históricamente se ha venido ofreciendo a los miles de visitantes que disfrutan de la isla a lo largo del año.

Como avanza Rodríguez Socorro, el siglo XIX fue una época emblemática para el desarrollo socioeconómico de Gran Canaria y, en particular, para la comarca del Monte Lentiscal debido a su notable valor patrimonial, que era precisamente lo que venían buscando los primeros viajeros británicos que arribaban a la isla para aclimatarse procedentes de las colonias inglesas ubicadas en Sudáfrica y la India antes de su regreso al continente.

“En La Atalaya de Santa Brígida aún perviven elementos de su esencia etnográfica como son los hábitats en casa cueva y el papel que ejercieron las talayeras en el ejercicio del oficio locero sin torno”, señala la promotora del clúster empresarial promovido alrededor de la iniciativa Monte Park con la finalidad de poner en valor dicha zona y sus valores culturales, patrimoniales y naturales. La profesora estima que asistimos a un proceso lento de recuperación de otros recursos que ofrece también el territorio insular más allá de la orilla y la arena que ofrecen los entornos turísticos. “No podemos olvidar que desde hace décadas venimos consolidado nuestro crecimiento económico alrededor de una oferta muy consolidada como es el producto de sol y playa. Pero los tiempos cambian y las personas que nos visitan ya no solo buscan esa propuesta, sino otras alternativas temáticas específicas como nuestros recursos patrimoniales y naturales. Se trata de una tipología de turista bien diferenciado que fomenta una actividad de calidad y sostenibilidad cuya conciencia ecológica apela por la puesta en valor de nuestros recursos patrimoniales tangibles e intangibles y científicos que nos identifican”.

Según la especialista, “el turismo sostenible debe destacar los valores propios de un territorio y el carácter auténtico del destino. Se responde así a una demanda de búsqueda de experiencias por parte del visitante que busca participar en actividades singulares y diferenciadas”.

En este sentido valora positivamente iniciativas institucionales como ‘Gran Canaria Natural’ y otras gestadas en el seno del Patronato de Turismo. “No hemos más que empezado a explotar una corriente que lleva ya tiempo trabajándose con mucho éxito en otros destinos competidores. El modelo turístico tal como lo hemos concebido desde los años 60 no va a mantener una proyección infinita en el tiempo. No podemos tener esa fijación por el producto de sol y playa. Tenemos que reconducir esa industria, renovarnos, y en ese reto el interior tiene mucho que decir a través de la oferta de rutas temáticas rurales, actividades diversas de ocio y vida saludable, servicios alojativos y de restauración, por ejemplo”, explica Rodríguez Socorro.

“Somos Reserva de la Biosfera, tenemos notables espacios naturales protegidos, existe el proyecto de creación de los geoparques, el paisaje volcánico que explica la génesis de nuestro Archipiélago y de la isla en particular, la hipotética denominación de Risco Caído y los espacios sagrados de montaña como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, etcétera, son elementos que sin duda pueden contribuir a fortalecer esa oferta diferenciada con respecto a otros destinos competidores”, añade.

La profesora, que participa junto a otros especialistas y estudiosos en el diseño de la denominada ‘Ruta del Vino de Gran Canaria’, subraya que “no podemos desligar la oferta alojativa de la restauración con los productos locales que nos identifican idiosincráticamente como pueblo (desde el vino a nuestros quesos artesanos) ni de otras tantas actividades complementarias que se vinculan al turismo de salud, bienestar y terapias alternativas. Tenemos que ser capaces de vender desde la sostenibilidad la otra cara de la isla implicando a la población local, sin perder nuestra cultura e identidad”.

Su participación en proyectos de investigación asociados a la recuperación del patrimonio etnográfico e intangible y la memoria histórica la hacen mostrarse optimista con las posibilidades de la zona de La Atalaya de Santa Brígida, en donde concurren a su juicio varios valores únicos: “desde su poblado troglodita con sus itinerarios internos a la casa alfar o el museo dedicado al conocido alfarero ya fallecido Panchito, pasando por el taller de Maria Guerra y su centro locero de titularidad municipal que trabaja por mantener viva la tradición alfarera del barrio de La Atalaya. Se trata de ofertar el contacto directo con elementos vivos de la cultura prehispánica existente en el lugar o elementos sensoriales como el olor del interior de una casa cueva o el sonido que se emite al pisar suelo volcánico, que hacen del servicio y producto que ofertamos, algo diferente”, concluye la profesora María del Pino Rodríguez Socorro, que es coautora de los libros ‘El Monte Lentiscal, un espacio de larga tradición turística’, ‘Turismo y tradición en el pago alfarero de La Atalaya de Santa Brígida’ y ‘La Atalaya de Santa Brígida en la literatura de viajes (1819-1966)’.

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