Declarada de Utilidad Pública

El estudioso del folclore de Canarias, Miguel Ángel Hernández Méndez

“El papel de la escuela es fundamental para ocupar ese espacio de salvaguarda y transmisión de nuestro legado patrimonial”

Autor del libro ‘Décimas de La Gomera. Décimas de José Hernández Negrín’, publicado en 1994. Profesor de Educación Secundaria e investigador en décimas y folklore gomero

¿Podría realizar una breve sinopsis de la conferencia que pronunciará en el Campus titulada “Raíces al viento. Hablando con la memoria desde la escuela”?

Siguiendo el eje temático del campus sobre memoria y futuro, se trata de presentar los proyectos que desde la comunidad educativa de Vallehermoso hemos venido desarrollando a lo largo de estos años. Proyectos etnográficos, de memoria histórica, de patrimonio natural, de patrimonio intangible. Lo de «hablando con la memoria» tiene que ver con una concepción que tenemos del patrimonio como algo vivencial, del presente, que interiorizamos, no como una instantánea sepia de otra época. Y lo de «raíces al viento» lo tomé prestado de un disco de Juan Perro, y viene a ser como airear la tradición, que le dé el fresco y también el de mostrarla y asumirla sin complejos.

¿Cómo juzgaría el actual estado de salud del folclore en Canarias entendido en su sentido más amplio del término?

No soy ningún especialista, ni estoy metido en la actualidad del folclore como para dar una opinión rigurosa. En todo caso puedo hablar por mi propia visión y la realidad que me rodea. El folclore que practico, que es el de Tambor, tiene la suerte de tener espacios en donde manifestarse, sin tener que estar restringido a los escenarios. Además, se trata de un género participativo, en el que te puedes integrar en diferentes niveles, sin necesidad de ser un virtuoso. Puedes tocar el tambor, o las chácaras, bailar o simplemente responder. No tiene cabida el individualismo. Eso me gusta especialmente.

Recuerdo una fiesta del almendro en Tejeda, por las calles estaban tocando grupos muy buenos, pero yo estuve todo el tiempo al lado de la parranda de Tasarte. Me parece sensacional esa forma de entender nuestro folclore, sencillo pero con corazón. Como lo hacían los hermanos Pisaflores, por ejemplo, que amenizaban los bailes de la cuenca de Tejeda y La Aldea.

Hay grupos muy buenos y con un trabajo serio a sus espaldas, pero como signo de los tiempos que vivimos abunda el postureo, el divismo, demasiada obsesión por el escenario, y a veces poco rigor a la hora de acercarse a determinados géneros tradicionales. Sin embargo, me gustan los músicos que se atreven, partiendo de la tradición, a darle otros aires. En este sentido, la pérdida de José Antonio Ramos me parece especialmente irreparable para nuestra música.

Me gustan proyectos como Simbeque, que fusionan lo tradicional y el jazz con un punto de electrónica, o una aproximación más irreverente como la de Fran Baraja y la Parranda Blues Band.

En cuanto al folclore más tradicional soy un fan incondicional de los ranchos de ánimas y del punto cubano.

¿Está de acuerdo con aquellos ‘modernos’ que afirman que el folclore no es más que una construcción social interesada sobre la tradición?

El folclore se puede interpretar de muchas maneras. Puede ser instrumentalizado por el poder o estar al servicio de las clases pudientes o puede ser un arma de lucha, de denuncia social. Yo me inclino por un folclore «sin esquilones», es decir libre de ataduras. Una forma de expresión y de diversión, pero también, ¿por qué no? de lucha.

Hace poco me compré un disco Antología flamenca del cante heterodoxo de El Niño de Elche, en donde rescata un repertorio disidente de un género como el flamenco, tantas veces instrumentalizado por el poder.

¿De qué manera ha influido la ‘socialización popular’ de la tradición en la pérdida del sentido y simbolismo que la caracterizaba antaño? Pareciera que se hayan convertido muchas de ellas en formas interpretativas de las que se han apropiado hoy las masas, como por ejemplo muchas de las romerías populares que tienen lugar en las islas y el empleo de las pseudo-vestimentas campesinas adquiridas con etiquetas ‘made in taiwan o china’?

No voy a romerías/ronerías, tengo poco interés en ellas. Aunque respeto a quienes la viven y las disfrutan. En La Gomera se estilan las procesiones, que es otro concepto, Y siempre vamos de calle.

Hay muchas fiestas que están muriendo de éxito, todo se homogeneiza y no sabes ni en que sitio estás.

Aunque, como uno no está exento de contradicciones, he asistido a romerías, casi siempre con el grupo en el que toco Chácaras y Tambores de Guadá en que me lo he pasado genial, la de Santa Lucía sin ir más lejos.

O fiestas, como la del Charco, en La Aldea, que me parecen fantásticas.

¿Podría referenciar algunas de las manifestaciones o tradiciones populares que aún perviven y se conservan en Canarias en las que aún se pueden contemplar los auténticos rasgos primigenios que impusieron en ellas nuestros ancestros?

En La Gomera perviven muchas, vinculadas al mundo del Tambor, las procesiones, la confección del ramo. En otras islas, me gusta todo el folclore de Tambor herreño y la bajada de la virgen de los Reyes. Disfruto también con el punto cubano, con los poetas y la improvisación.

Me fascinan los ranchos de ánimas. En Gran Canaria tuve la inmensa fortuna de participar en el rancho de Valsequillo y de ir a cantar por las casas de los diferentes barrios y de ver en acción al de La Aldea. También el de Los Arvejales, que es fabuloso.

La aculturación parece ser una seña de identidad de esta sociedad. ¿La mutua interinfluencia entre grupos humanos de culturas diferentes que ha vivido Canarias históricamente ha sido un elemento negativo o positivo en la pervivencia de la sustancia y códigos de nuestras tradiciones?

Me encanta la mezcla, cuando se da entre iguales, creo que es sana, lo es desde el punto de vista biológico y también lo es en el cultural. Los canarios, como una especie de perros callejeros del atlántico, casi siempre apaleados, pero siempre en pie. Por ejemplo, en el folclore de Tambor perviven elementos de los antiguos gomeros con aportaciones castellanas, y compartimos romances con el repertorio de los judíos sefardíes. Esa mezcla es poderosa, Todos esos elementos que nos unen a otros pueblos.

¿Cuál sería a su juicio el papel de la memoria como instrumento de transmisión cultural en el contexto de los desafíos que plantea el futuro a las nuevas generaciones?

Fundamental. Ya lo decía el poeta gomero Lucas Mesa en uno de sus romances: «La Gomera tiene historia / pero no se la escribieron / la historia de La Gomera / se mantiene en el silencio / yo me paro y pienso / pueblo que no tiene historia / para mí es pueblo muerto». Esto se puede extrapolar a cualquier pueblo.

He pasado muy buenos momentos grabando a gente mayor, recogiendo décimas, romances, coplas, anécdotas, son nuestros pequeños tesoros. Me fascina esa memoria oral colectiva, que pervive y tenemos la obligación de pasar el testigo.

En este sentido, el papel de la escuela me parece fundamental para ocupar ese espacio de salvaguarda y transmisión de nuestro patrimonio y el legado de los antiguos.

Ha sido un defensor de la apuesta por la integración de la formación patrimonial en los centros escolares con el objetivo de evitar la desaparición de las costumbres ancestrales de Canarias. ¿El actual sistema educativo implantado en las Islas permite este desafío?

No demasiado. Aunque hay iniciativas loables, como la asignatura de Geografía e Historia de Canarias en 4º ESO (una hora semanal) o la dotación horaria para coordinar los proyectos de patrimonio o el proyecto EnSeña, la realidad es que se sigue dependiendo del grado de voluntarismo de docentes implicados. Y muchas veces, cuando esos docentes dejan los centros los proyectos terminan.

Eso sí, hay mucho postureo al respecto por parte de la administración. Y a veces un uso político, a mi juicio peligroso, por rozar un nacionalismo excluyente o una visión apolillada del patrimonio.

Una reflexión suya sobre los ‘Años Nuevos’ en La Gomera planteaba una interesante paradoja alrededor de los géneros que se van desvaneciendo porque dejan de tener el favor popular, y del mestizaje que ha experimentado esta manifestación o género que, precisamente, ha provocado su pervivencia hasta nuestros días. ¿Podría referirse a esta paradoja?

Bueno, básicamente lo que quiero decir es que la tradición es algo cambiante, que se acopla a cada época, aunque sí creo que hay algo, que siempre permanece, no sé, una especie de alma o de esencia, alrededor de la cual la tradición se construye y se deconstruye en cada momento.

Nosotros buscábamos nuestro «santo grial» particular con los Años Nuevos englosiaos, que tienen un aire similar a los ranchos de ánimas, pero a nuestros mayores les había dejado de interesar y por eso no lo aprendieron. Así de simple.

¿Cómo valora la dimensión del Campus que el Festival Internacional de Folclore de Ingenio celebra desde hace cinco años en colaboración con la ULPGC?

Me parece fantástico. Cuando vi el programa me dio un poco de vértigo por el nivel de los ponentes. Muy importante la implicación de la universidad. Hacen falta foros de este tipo donde divulgar y debatir. Felicidades a Coros y Danzas de Ingenio por el buen hacer a lo largo de todos estos años.

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